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La tierra baldía Thomas S. Eliot I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS Abril es el mes más cruel: engendra lilas de la tierra muerta, mezcla recuerdos y anhelos, despierta inertes raíces con lluvias primaverales. El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo una pequeña vida con tubérculos secos. Nos sorprendió el verano, precipitóse sobre el
Starnbergersee con un chubasco, nos detuvimos bajo los pórticos, y luego, bajo el sol, seguimos dentro de
Hofgarten, y tomamos café y charlamos durante una hora. Bin gar keine Russin, stamm'aus Litauen, echt
deutsch. Y cuando éramos niños, de visita en casa del
archiduque, mi primo, él me sacó en trineo. Y yo tenía miedo. Él me dijo: Marie, Marie, agárrate fuerte. Y cuesta abajo nos
lanzamos. Uno se siente libre, allí en las montañas. Leo, casi toda la noche, y en invierno me marcho
al Sur. ¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas
crecen en estos pétreos desperdicios? Oh hijo del
hombre, no puedes decirlo ni adivinarlo; tu sólo conoces un montón de imágenes rotas, donde el sol bate, y el árbol muerto no cobija, el grillo no
consuela y la piedra seca no da agua rumorosa. Sólo hay sombra bajo esta roca roja (ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca
roja), y te enseñaré algo que no es ni la sombra tuya que te sigue por la mañana ni tu sombra que al atardecer sale a tu
encuentro; te mostraré el miedo en un puñado de polvo.
Frisch weht der Wind
der Heimat zu
mein Irisch Kind,
Wo weilest du? «Hace un año me diste jacintos por primera vez; me llamaron la muchacha de los jacintos.» — Pero cuando regresamos, tarde, del jardín de
los jacintos, llevando, tú, brazados de flores y el pelo
húmedo, no pude hablar, mis ojos se empañaron, no estaba ni vivo ni muerto, y no sabía nada, mirando el silencio dentro del corazón de la luz. Oed' und leer das Meer. Madame Sosostris, famosa pitonisa, tenía un mal catarro, aun cuando se la considera como la mujer más sabia de
Europa, con un pérfido mazo de naipes. Ahí —dijo ella— está su naipe, el Marinero Fenicio que se ahogó, (estas perlas fueron sus ojos. ¡Mira!) aquí está la Belladonna, la Dama de las Rocas, la dama de las peripecias. Aquí está el hombre de los tres bastos, y aquí la
Rueda, y aquí el comerciante tuerto, y este naipe en blanco es algo que lleva sobre la espalda y que no puedo ver. No encuentro al Ahorcado. Temed, la muerte por agua. Veo una muchedumbre girar en círculo. Gracias. Cuando vea a la señora Equitone, dígale que yo misma le llevaré el horóscopo: ¡una tiene que andar con cuidado en estos días! Ciudad Irreal, bajo la parda niebla del amanecer invernal, una muchedumbre fluía sobre el puente de Londres
¡eran tantos! Nunca hubiera yo creído que la muerte se llevara
a tantos. Exhalaban cortos y rápidos suspiros y cada hombre clavaba su mirada delante de sus
pies. Cuesta arriba y después calle King William abajo hacia donde Santa María Woolnoth cuenta las horas con un repique sordo al final de la novena
campanada. Allí encontré un conocido y le detuve gritando:
«¡Stetson!, ¡tú, que estuviste contigo en los barcos de
Mylae! ¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu
jardín, ha empezado a germinar? ¿Florecerá este año? ¿No turba su lecho la súbita escarcha? ¡Oh, saca de allí al Perro, que es amigo de los
hombres, pues si no lo desenterrará de nuevo con sus uñas! Tú, hypocrite lecteur! — mon semblable
— mon frère!» ------------------------------- Traducción de Agustí Bartra. |
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