Augusto Higa y el Final
del Porvenir*
Lima: Editorial Milla Batres, 1992
El condicionamiento social, los patrones culturales, la idiosincrasia
propia del habitante de barrio constituyen el motivo central del trabajo
narrativo de Augusto Higa en Final del Porvenir, su primera novela.
Ambientada en el barrio victoriano
de El Porvenir —de ahí el título—nos lo describe así: “Nosotros vivíamos en esos edificios
multifamiliares, y recuerdo su aspecto de madrigueras, aquellas oscuras
galerías, los rústicos balcones, los tenebrosos pasadizos, y los cientos de
ventanucos alrededor de las paredes. Sí, una verdadera montaña de cemento, con
sus cuatro avenidas rodeándola…”.
El
barrio, el micromundo, la pequeña patria, es el núcleo social limeño
característico de distritos o zonas tradicionales como Barrios Altos, El
Cercado, Breña, El Rímac o La Victoria. Como en la comunidad andina, en el
barrio limeño se expresa el espíritu solidario de sus habitantes. Circunscrito
a una manzana, una cuadra, una quinta o un edificio, las vivencias familiares
se funden en la vivencia colectiva, donde la fiesta o la tragedia son asumidas
por el grupo. Este es uno de los aspectos que recoge la novela de Higa, en la
cual el protagonista no es el clásico “héroe” individual, sino un grupo de
personas con un destino común, señalado por su condición de inquilinos
precarios.
En
la descripción de La Parada es, a nuestro parecer, cuando los momentos narrativos
alcanzan la más alta calidad. Prosa fluida con la que el autor nos muestra un
mundo abigarrado, denso, cargado de elementos disímiles.
Las
malas noticias no vienen solas, es lo que nos dice, en el relato, el autor de
la novela. La primera mención a las cartas notariales de venta de los departamentos
a los inquilinos (p. 67) es acompañada por la evidencia de una plaga de sarna
entre el vecindario. Otra manifestación de esta coincidencia se patentiza en la
página 98. La muerte de Mácalo y la desaparición de tío Américo hacen decir a
don Niko: “Llegó la saladera”; lo cual vendría a ser un nuevo presagio de lo
que sucederá a los inquilinos. Páginas más adelante se verá a los agentes del
banco merodeando por el edificio. “Rondan los cuervos” dirá don Niko.
Finalmente, la última señal es el temblor, que precede a la confirmación de la
pérdida del proceso judicial en la última instancia y la amenaza de desahucio o
desalojo que pende sobre ellos.
Ajeno
a los experimentalismos formales del llamado boom latinoamericano de los
años sesenta, Augusto Higa asume un trabajo creativo más bien personal, ligado
a su ambiente social y a sus raíces, cuyos resultados se están preparando en
las marmitas de su ya conocido talento narrativo. (Luis Alberto Castillo)
* Publicado en Revista, suplemento cultural de El
Peruano. Lima, 6 de septiembre de 1993, p. 10.
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