Martín Adán
La disolución del absoluto poético*
La disolución del absoluto poético*
LUIS ALBERTO CASTILLO
Martín Adán, seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides (Lima, 1908-1985), es autor de La casa de cartón, Travesía de extramares, Escrito a ciegas, La piedra absoluta, entre otras obras fundamentales de la poesía de habla hispana. El siguiente artículo es una de las múltiples lecturas de la creación martinadaniana.
“Realidad, el Ángel que me guía”, reza el epígrafe que antecede la obra poética de Martín Adán.1 Realidad sí, pero no la de nuestros sentidos; no la realidad tangible, mensurable, pues:
La cosa real, si la pretendes
No es aprehenderla, sino imaginarla.
Lo real no se le coge: se le sigue,
Y para eso son el sueño y la palabra.
Afirmación concluyente que instaura el absoluto poético y hace de la poesía el tema central de su obra.
“Donde la rosa empieza”
¿Y cómo concibe Martín Adán la poesía? Su primera acepción es como génesis:
Dar cuerpo a un alma
Dar forma a lo infinito
Dar una hora al tiempo y al grito.
Como la deidad primigenia, el poeta da cuerpo y da forma, crea a través del verbo, forja el ser. El sentido afirmativo de esta concepción de la poesía corresponde a sus dos primeros libros: La rosa de la espinela y Travesía de extramares, que tienen como símbolos poéticos a la rosa y a la nave, respectivamente, y connotan vida y movimiento, pero también significan lo perecedero y lo fugaz.
En estos dos poemarios, donde las formas son tradicionales —décimas o espinelas el primero y sonetos el segundo— la poesía se canta a sí misma, es ella unidad sin conflicto; pero el poeta —el hacedor— está ausente, o es “la sombra del ser divino”.
“Poesía no dice nada”
La segunda acepción poética de Martín Adán es de sentido contrario a la primera, y expresa la percepción de la nada y la disolución del absoluto poético:
Poesía es la idea sin objeto
El rabo de la rata
Poesía es lo que sobra
Poesía es lo que me falta,
[...]
¡Ay, Poesía, Machu Picchu,
Es mi sentido de que no soy nada!
Aquí la poesía ya no crea ni funda el ser con la palabra; sus características son el absurdo, la ironía y la ausencia de conceptos afirmativos. Los libros que se enmarcan en este espíritu son: Escrito a ciegas, La mano desasida y La piedra absoluta, escritos en sus años de madurez, en los que percibimos la voz del poeta próximo a lo humano. Y es que Martín Adán ha trascendido la primera acepción —la poesía como absoluto— y profundiza metafísicamente en el devenir del hombre. La piedra, símbolo del ser, ha reemplazado a la rosa, símbolo de la poesía.
El destino del poeta recorre el mismo camino que el de la poesía. Vocero de la divinidad o vínculo entre Dios y el hombre: “¡Que ser poeta es oír las sumas voces”, se equipara a los heraldos o portavoces de la voluntad divina; sin embargo, más adelante admitirá su derrota: “Y no alcancé al furor de lo divino, / Ni a la simpatía de lo humano”; ambas dimensiones le han sido negadas y el poeta es, entonces, como en la concepción platónica, el desterrado de la república, y, como lo hace el propio Martín Adán en su vida personal, se recluye en su ostracismo.
“Poesía se está callada”
La concepción de la poesía como absoluto y el ser inspirado son rasgos que determinan la filiación romántica de Martín Adán. Y es precisamente Hölderlin (1770-1843), el poeta romántico alemán, quien, como el vate peruano, poetiza sobre la poesía, concibiéndola como la esencia misma de las cosas, como la instauración del ser por medio del lenguaje. También para Hölderlin, luego de su exaltación, la poesía deviene trágica, irredenta, y el poeta un extraño:
Y, ¿para qué poetas en tiempos aciagos?
Pero son, dices tú, como los sacerdotesSagrados del Dios del vino
Que erraban de tierra en tierra
En la noche sagrada.2
Hölderlin y Martín Adán, poetas de la poesía, son también sus sacerdotes. La opción vital de ambos ha sido fundir en un solo acto palabra y vida, consecuencia que a la postre significó para el autor de Travesía de extramares negar su propia individualidad:
Soy el uno que ya no cree
Ni en el hombre,
Ni en la mujer,
Ni en la casa de un solo piso,
Ni en el panqueque con miel.
De él puede decirse también lo que expresó Martin Heidegger a propósito del poeta alemán: “... la excesiva claridad lanza al poeta en las tinieblas”.3
Al pretender hacer de la poesía la realidad esencial el poeta se extraña de sí mismo; y esa realidad donde instaura su ser se agota en la autorreferencia, y entonces adviene desencanto, negación.
“Escuchando su propia voz”
Galvano Della Volpe, a propósito del poeta italiano Eugenio Montale, señala: “La pérdida de la certeza de lo real y de toda fe, la aridez del puro existir, la misma naturaleza descompuesta en alusiones intelectuales, irónicas, y consiguientemente, un pathos seco, helado, y al mismo tiempo sutilmente desgarrador, tal es el esquema moral de esta poesía que sufre auténticamente la crisis”.4 Lo mismo puede decirse respecto del significado final de la obra poética de Martín Adán, expresión fidedigna de su ser crepuscular.
Notas
1. El presente texto está basado en la edición de la poesía de Martín Adán hecha por el Instituto Nacional de Cultura el año 1971. El 2006, la Pontificia Universidad Católica del Perú publica la obra poética completa, en prosa y en verso (Edición, prólogo y notas de Ricardo Silva Santisteban).
2. Martin Heidegger. Arte y poesía. México: Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 148.
3. Ibídem, p. 142.
4. Galvano Della Volpe. Crítica del gusto. Barcelona: Seix Barral, 1966, p. 67.
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* Este artículo fue publicado inicialmente en la revista Marka, año VII, N° 224. Lima, 1 de octubre de 1981, pp. 42-43.
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