Belkis Cuza Malé
(Cuba, 1942)
Compro muebles viejos: sillas, camas, bastidores
Los
compradores de muebles viejos
a menudo olvidan el amor,
sustraen una cama o una silla
aprovechando que sus dueños se han mudado
para siempre,
que embarcaron con la vejez y la tarde,
que no tuvieron tiempo de decidir la suerte
de los objetos
y a última hora hubo que deshabitar la casa,
abandonar la felicidad de antes
y partir sin despedirse de la cocinera.
Los compradores de muebles viejos
borran el polvo,
cualquier mancha de aceite sobre la superficie
y hasta inventan una historia feliz
para el nuevo dueño:
“Aquí se sentada el Rey Midas”.
“En esta cama nació María Antonieta”.
Pero las huellas del antiguo cuerpo
no desaparecen nunca,
ni la fatalidad, ni la soberbia
y el nuevo propietario comienza a pensar
que él es el otro,
que todo lo que toca se convierte en sal y agua,
que su mujer ha perdido la cabeza
y que ya no hay modo de no morir como los otros.
La Patria de mi madre
Mi madre decía
siempre
que la patria era cualquier sitio,
preferiblemente el sitio de la muerte.
Por eso compró la tierra más árida
y el paisaje más triste
y la yerba más seca,
y junto al árbol infeliz
comenzó a levantar su patria.
La construía a pedazos
(un día una pared, otro día el techo,
y, a ratos, huecos para dejar colar el aire).
Mi casa es mi patria -decía-
y yo la veía cerrar los ojos
como una muchacha llena de ilusión
mientras escogía, de nuevo, a tientas,
el sitio de la muerte.
Asimilo
Asimilo
el verbo conjugado
sin ser dicho.
No hace falta
trasplantarnos las uñas
de las manos
a la tierra,
para saber
que el marco de la puerta
forma un ángulo;
que los pies descalzos
andan sueltos;
ni que hace tiempo
mi espíritu se ha muerto
robando
granos de azúcar
a las moscas,
y ventilando situaciones
de cuidado.
En el museo de la vida
¿Qué somos?
¿Dioses imperfectos
sometidos los unos a los otros? ¿Hombres ranas?
¿Muchedumbre? ¿Escoria?
¿Conquistadores gloriosos del presente?
Vivimos en el
museo de la vida,
atravesamos salas y bastiones, mapas históricos
cagados por las auras. ¿Quién se atreve a minar
la tradición, viejo empeño de abuelas?
Pero yo no he
vivido y esto huele a folklore.
Nada han visto mis ojos. Estas manos que acarician
los leones de piedra, rozan también la estatua de beduino
sin ser correspondidas.
¿No habrá
sitio en el mundo
que no sea este viejo arsenal de chucherías,
este acabado caserón?
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Fuente: https://adncuba.com/noticias-de-cuba-cultura/literatura/los-prohibidos-seleccion-de-poemas-de-belkis-cuza-male
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