lunes, 27 de diciembre de 2021

La unión libre

 




André Breton

 

(Francia, 1896-1966)

 

 

La unión libre

 

 

Mi mujer con cabellera de fuego de leña

Con pensamientos de relámpagos de calor

Con talle de reloj de arena

Mi mujer con talle de nutria entre los dientes del tigre

Mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud

Con dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca

Con lengua de ámbar y de vidrio frotados

Mi mujer con lengua de hostia apuñalada

Con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos

Con lengua de piedra increíble

Mi mujer con pestañas de palotes que escriben los niños

Con cejas de borde de nido de golondrinas

Mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero

Y de vaho en los cristales

Mi mujer con hombros de champagne

Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo

Mi mujer con muñecas de fósforos

Mi mujer con dedos de azar y de as de corazón

Con dedos de heno segado

Mi mujer con axilas de marta y de bellotas

De noche de San Juan

De alheña y de nido de escalarias

Con brazos de espuma de mar y de esclusa

Y de mezcla de trigo y de molino

Mi mujer con piernas de cohete

Con movimientos de relojería y desesperación

Mi mujer con pantorrillas de médula de saúco

Mi mujer con pies de iniciales

Con pies de manojos de llaves con pies de pajaritos que beben

Mi mujer con cuello de cebada sin perlar

Mi mujer con garganta de Valle de Oro

De cita en el lecho mismo del torrente

Con senos nocturnos

Mi mujer con senos de topera marina

Mi mujer con senos de crisol de rubíes

Con senos de espectro de la rosa bajo el rocío

Mi mujer con vientre de despliegue de abanico de los días

Con vientre de garra gigante

Mi mujer con espalda de pájaro que huye vertical

Con espalda de azogue

Con espalda de luz

Con nuca de piedra de canto rodado y de tiza mojada

Y de caída de un vaso en que se acaba de beber

Mi mujer con caderas de barca

Con caderas de araña y de plumas de flecha

Y de canutos de plumas de pavo real blanco

De balanza insensible

Mi mujer con nalgas de greda y de amianto

Mi mujer con nalgas de lomo de cisne

Mi mujer con nalgas de primavera

Con sexo de gladiolo

Mi mujer con sexo de yacimiento y de ornitorrinco

Mi mujer con sexo de alga y de bombones viejos

Mi mujer con sexo de espejo

Mi mujer con ojos llenos de lágrimas

Con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada

Mi mujer con ojos de sabana

Mi mujer con ojos de agua para beber en prisión

Mi mujer con ojos de bosque siempre bajo el hacha

Con ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego

 

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Traducción: Raúl Gustavo Aguirre

 

 

viernes, 3 de diciembre de 2021

Belkis Cuza Malé

Belkis Cuza Malé

(Cuba, 1942)

 


Compro muebles viejos: sillas, camas, bastidores

 

Los compradores de muebles viejos
a menudo olvidan el amor,
sustraen una cama o una silla
aprovechando que sus dueños se han mudado
para siempre,
que embarcaron con la vejez y la tarde,
que no tuvieron tiempo de decidir la suerte
de los objetos
y a última hora hubo que deshabitar la casa,
abandonar la felicidad de antes
y partir sin despedirse de la cocinera.
Los compradores de muebles viejos
borran el polvo,
cualquier mancha de aceite sobre la superficie
y hasta inventan una historia feliz
para el nuevo dueño:
“Aquí se sentada el Rey Midas”.
“En esta cama nació María Antonieta”.
Pero las huellas del antiguo cuerpo
no desaparecen nunca,
ni la fatalidad, ni la soberbia
y el nuevo propietario comienza a pensar
que él es el otro,
que todo lo que toca se convierte en sal y agua,
que su mujer ha perdido la cabeza
y que ya no hay modo de no morir como los otros.

 

La Patria de mi madre

 

Mi madre decía siempre
que la patria era cualquier sitio,
preferiblemente el sitio de la muerte.
Por eso compró la tierra más árida
y el paisaje más triste
y la yerba más seca,
y junto al árbol infeliz
comenzó a levantar su patria.
La construía a pedazos
(un día una pared, otro día el techo,
y, a ratos, huecos para dejar colar el aire).
Mi casa es mi patria -decía-
y yo la veía cerrar los ojos
como una muchacha llena de ilusión
mientras escogía, de nuevo, a tientas,
el sitio de la muerte.

 

Asimilo

Asimilo
el verbo conjugado
sin ser dicho.
No hace falta
trasplantarnos las uñas
de las manos
a la tierra,
para saber
que el marco de la puerta
forma un ángulo;
que los pies descalzos
andan sueltos;
ni que hace tiempo
mi espíritu se ha muerto
robando
granos de azúcar
a las moscas,
y ventilando situaciones
de cuidado.

 

En el museo de la vida

¿Qué somos? ¿Dioses imperfectos
sometidos los unos a los otros? ¿Hombres ranas?
¿Muchedumbre? ¿Escoria?
¿Conquistadores gloriosos del presente?

Vivimos en el museo de la vida,
atravesamos salas y bastiones, mapas históricos
cagados por las auras. ¿Quién se atreve a minar
la tradición, viejo empeño de abuelas?

Pero yo no he vivido y esto huele a folklore.
Nada han visto mis ojos. Estas manos que acarician
los leones de piedra, rozan también la estatua de beduino
sin ser correspondidas.

¿No habrá sitio en el mundo
que no sea este viejo arsenal de chucherías,
este acabado caserón?

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Fuente: https://adncuba.com/noticias-de-cuba-cultura/literatura/los-prohibidos-seleccion-de-poemas-de-belkis-cuza-male