jueves, 27 de marzo de 2014

Donde se habla del poeta José Cerna

 
Donde se habla del poeta José Cerna y de sucesos relativos a estos tiempos
Luis Alberto Castillo
 
Este texto fue leído a modo de preámbulo en la presentación del libro Sujeto a cambio. De las relaciones del texto y la sociedad en la escritura de César Vallejo de José Cerna Bazán, el año 2004, en el auditorio de la Escuela Nacional de Folklore José María Arguedas. La disertación sobre la obra en sí estuvo a cargo de Juan Luis Dammert.
 
 
Sabíamos de su existencia por sus poemas aparecidos en las revistas de Hora Zero, en Harawi, en la selección Estos trece de José Miguel Oviedo (1974); en la Antología de la poesía peruana de Alberto Escobar (1973), pues él no frecuentaba el aserrín del Palermo. Mas un día, cuando algunos jóvenes aprendices de poetas veíamos morir la tarde desde una mesa de la famosa taberna de La Colmena, alguien comentó: “Ahí va el poeta José Cerna”. Era un muchacho con gruesos lentes de montura negra que vestía un saco verde, quien pasaba abrazando a una valquiria y oteando hacia el fondo de la mítica cantina.
 
Eran años de mística poética, de parricidios literarios, de rupturas y broncas generacionales; en los que melenudos y barbados liróforos incendiaban la pradera a punta de poemas y manifiestos; cuando las guitarras eléctricas y baterías de Los Beatles, Los Rolling Stones, Los Doors y demás fauna rockera atronaban nuestros oídos en las noches de paz, música y amor; el mundo era bipolar y pendían sobre la humanidad no sé cuántas bombas de hidrógeno; los vietnamitas hacían mierda a los yanquis; y el poeta José Cerna Bazán, tras cruzar bosques, ríos y cordilleras desde su natal Chachapoyas, habitaba entre nosotros, estudiaba Lingüística en San Marcos, leía el Anti-Düring y a Rimbaud, escuchaba a John, Paul, George & Ringo, Hendrix, Dylan…, al Picaflor de los Andes, a Flor Pucarina…, y escribía los hermosos poemas que fue dando a conocer en las publicaciones antes mencionadas, en revistas editadas por estudiantes sanmarquinos como Textos, Escritura, Aguardiente, o en la notable revista que dirigiera Isaac Rupay: Eros, entre otras; textos cuya calidad le valió ser considerado en las más importantes antologías poéticas sin haber publicado hasta entonces ningún libro.
 
A mediados de la década del setenta, el semiólogo Santiago López Maguiña me presentó a José Cerna a la entrada del Pabellón de Letras de la Ciudad Universitaria de San Marcos. Por entonces quien estaba a su lado ya no era la muchacha de blonda cabellera. Días van, días vienen, hasta que una mañana, el poeta de gruesos lentes de montura negra –esos no los había cambiado– nos propuso asistir a un festival folclórico en Ansieta, más allá del cementerio El Ángel, en el que participarían Flor Pucarina, Flor de Huancayo y otras flores de la canción vernacular… Ocasión que, por cierto, quienes teníamos –y ahora tenemos más aún– interés por la cultura andina, no podíamos dejar pasar. En dicho grupo nos encontrábamos, entre otros, el semiólogo ya mencionado, Enrique Sánchez Hernani, José Morales Saravia, Juan Luis Dammert y quien esto escribe. Esta experiencia –que se repitió en diversas oportunidades, como cuando asistimos a las presentaciones de Juan Bolívar, el Zorzal Jaujino, de Jaime Guardia, o cuando por nuestra cuenta acudimos al Coliseo Nacional de La Victoria, que lamentablemente ya no existe– tuvo repercusiones muy importantes en muchos de nosotros, a la hora de identificarnos con nuestro entorno sociocultural.
 
Los años fueron transcurriendo, y entonces el principio de realidad fue atrapando nuestras vidas. Se derrumbaron ciertos muros, algunos hablaron del fin de la historia, otros de las utopías arcaicas, muchos más cambiaron sus credos y se convirtieron a la fe del mercado, el mundo se volvió unipolar y las masacres contra los pueblos indefensos se tornaron cotidianas y ya no merecen la condena de las vacas sagradas de la intelectualidad. El poeta nuevamente emigró, y publicó un libro de poemas: Ruda.
 
Nota bene. A continuación se incluyen sendas reseñas sobre el poemario Ruda y el libro Sujeto a cambio… de JCB, publicadas en su oportunidad en la revista La Casa de Cartón.
 
Reseñas
 
JOSÉ CERNA. Ruda. Lima: Lluvia Editores, 2002.*
 
Libro singular éste, el primero –hasta donde sé– de José Cerna Bazán (Chachapoyas, 1949). La carátula es una cartulina color verde claro, formato 25 X 34, donde solo aparece la palabra ruda, en letras negras y en minúscula. Ninguna mención del autor ni otro indicio que nos diga que es un poemario, que recién lo sabremos cuando en las primeras líneas de la primera página del libro leamos: “vase encima del aire esa música metálica…”.
 
Todas estas características responden, creo yo, a un propósito del autor: el de hacer más relevante el poema. Más allá de las características gráficas de este libro, lo singular también está en el texto: el poema narra un viaje en un microbús repleto de pasajeros. Parodiando a los argonautas, la odisea de estos “micronautas” se inicia en el puente que une Acho con la avenida Abancay, y se enrumba hacia San Juan de Lurigancho, ascendiendo hasta los cerros grises, en las zonas altas de Lima: “… aquí voy ensartando dice / ya, ya, ya, cada quien / dice, y cada quien se rasca / su bolsillo / su miseria”.
 
El poema representa el microcosmos urbano, que a su vez es la representación de la realidad social que caracteriza a gran parte de la población del mundo entero.  
 
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* Castillo, Luis Alberto. Sección “Ex Libris”. La Casa de Cartón. Revista de Cultura. II Época, núm. 26. Lima, invierno-primavera del 2004.
 
 
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JOSÉ CERNA BAZÁN. Sujeto a cambio. De las relaciones del texto y la sociedad de la escritura de César Vallejo. Trujillo: Universidad Nacional de Trujillo/ABC Publicidad, 2004.*
 
Autor de Ruda (2002), su único poemario édito, y de un gran número de poemas dispersos en revistas y antologías, el poeta José Cerna Bazán (Chachapoyas, 1949) incursiona en el ensayo de largo aliento, a través de Sujeto a cambio. De las relaciones del texto y la sociedad de la escritura de César Vallejo.
 
La investigación de Cerna tiene como objeto de análisis la obra vallejiana correspondiente al ciclo que va de 1914 a 1923, que comprende sus primeras publicaciones: Los heraldos negros y Trilce, y los libros de relatos Fabla salvaje y Escalas melografiadas, trabajo en el que no privilegia el texto ni el contexto, sino que busca establecer –como lo indica el título– la relación entre el primero y el segundo.
 
Al definir el marco sociohistórico de la escritura vallejiana, Cerna, siguiendo a Calinescu, habla de dos modernidades: la burguesa, basada en el positivismo y expresada en el avance del capitalismo y el progreso tecnológico de la época; y, de otro lado, la modernidad estética, que se manifiesta como culturalmente crítica contra los valores de la primera, y que se concretará a través de las vanguardias artísticas; al aplicar estos conceptos a la realidad peruana la caracteriza como una modernidad marginal.
 
Páginas más adelante Cerna esboza el perfil sociocultural en el que se generan los textos vallejianos, y nos habla del surgimiento en el país de organizaciones políticas, intelectuales y artísticas; en las que destaca sobre todo la figura de Abraham Valdelomar.
 
Tras el necesario prolegómeno, Cerna aborda el análisis y la interpretación del texto, en donde nos habla del sujeto poético; del heraldo y del infante, así como de ámbitos a los que denomina como Belén y Bizancio, entre otros aspectos de este trabajo, que enriquece notablemente la hermenéutica de la obra vallejiana.
 
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* Castillo, Luis Alberto. Sección “Ex Libris”. La Casa de Cartón. Revista de Cultura. II Época, núm. 27. Lima, verano del 2005, p. 52.
 


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