Francisco
Bendezú:
“El poema nace en un instante de iluminación”
ENTREVISTA DE SANDRO CHIRI JAIME
Vital,
apasionado, jocundo, despojado de solemnidad; Paco Bendezú hablaba o escribía
sobre cine, jazz, poesía…, pero más que nada sobre la
belleza de las muchachas en flor. [LACC]
Lecturas iniciales
El primer libro que leí fue El Quijote de la Mancha. Lo leí a
temprana edad, tendría por entonces diez u once años. Era una edición que había
en casa. Mi padre era administrador del Correo y había adquirido libros para
nosotros, que somos tres hermanos. El
Quijote me gustó mucho, aunque debo confesar que desconocía un buen número de palabras. En ese entonces,
y como era muchacho, no tenía el suficiente discernimiento para las palabras,
pese a que yo me daba cuenta de lo que leía. Entonces opté por consultar el
diccionario para esclarecer algunos términos y continuar la lectura.
Probablemente ahí esté el origen de mi pasión por los diccionarios. Nuestro
idioma es riquísimo. Acabo de leer por ejemplo la novela Pilar Prim, del escritor catalán Narciso Ortel, obra de la cual
había oído hablar alguna vez, pero nunca me interesé en ella porque yo sabía
que había un general Prim, en España. Para leerla he tenido que consultar
cuarenta palabras que yo desconocía a la edad que tengo. Te pongo un ejemplo:
la palabra extravasación no la tenía
registrada, sin embargo si tú te pones a pensar un instante su significado es
lo más fácil del mundo, es lo que está afuera del vaso, cuando derrama:
extravasación. ¡Claro que suena como una palabra de la patada! El autor
simplemente emite la palabra extravasación,
la usa en términos figurados, pero ya “jaqueó” al lector.
Poesía, divino tesoro
Escogí como medio la poesía
porque era lo que más me gustaba. En mi juventud el poeta que fue the coup, el detonante de mi vocación
poética fue Rubén Darío. Cuando leí Azul
de Darío me sentí realmente tocado. Me di cuenta de que ese discurso era lo que
me gustaba. Te confieso que yo nunca he escrito un cuento. He escrito
centenares de artículos, he escrito algunos ensayos también, pero nunca un
cuento ni se me ha ocurrido escribir una novela. Definitivamente, la narrativa
de ficción no es mi género pero paradójicamente soy un lector voraz de ella.
Tampoco se me ha ocurrido escribir teatro. El teatro me gusta y lo he leído
mucho. Yo viví entre 1953 y 1956 en Santiago de Chile, esos años los pasé
leyendo en la Biblioteca Nacional o en la Universidad de Chile. En el país sureño
fui profesor de dicción de algunos actores y actrices chilenos. La mayoría de
ellos hablaba, digamos, a la usanza de su país. Una actriz muy bonita decía,
por ejemplo: “Vamos a tomarno tro tragos, pu”. Suena gracioso e incluso a mí me
gustaba, pero un actor o una actriz que aspira a realizar un trabajo
profesional jamás puede hablar así. Tenía que esforzarme para que mis alumnos
actores pronunciaran correctamente: “Vamos a tomarnos tres tragos”.
Un recuerdo para Sebastián
Cada vez que hablo de teatro no
puedo dejar de mencionar al flaco Sebastián. No te olvides que yo he sido amigo
de Sebastián Salazar Bondy, poeta y hombre de teatro, he sido incluso su
confidente, que significa ser más que amigo. Sebastián era todo inocentón y
solía pedirme consejo sobre sus asuntos amorosos, yo le dije que no podía
aconsejarle nada porque yo era un pelotas. La primera obra teatral de
Sebastián, Amor gran laberinto, es la
que más me gusta. Para mí es su mejor obra, y que conste que la escribió siendo
extremadamente joven. Sebastián era un prodigio de precocidad, era inquietísimo
y leía como ninguno, era un tipo que estaba al tanto de todo. Su filosofía se
resumía en una expresión que parafraseo al vuelo: “Amar, leer y después morir”.
Soledad y tiempo para la poesía
Para escribir yo necesito estar
aislado, sin embargo tú verás que vivo yo acá con mi hermano Andrés, a esto se
suma el hecho de que soy el encargado de ver los asuntos relacionados con la
herencia familiar, estar al tanto de los trámites, tengo que ver al abogado, al
notario, estar atento a lo que sugiere mi hermano Jesús, que es médico y que
vive en Trujillo, sacar fotocopias, ir acá, ir allá. Lo que yo quisiera es
ganarme un día cien mil dólares y dedicarme a escribir, te prometo que
renunciaría a la herencia. Podría recién entonces dedicarme a mi obra poética.
Lo que quiero decir es que las cosas domésticas me aplastan. Yo quisiera que
este teléfono dejara de sonar, que los protestantes no tocaran mi puerta, que
los de la luz eléctrica dejaran de ver el medidor y que los de Sedapal no se
apareciesen más. Yo necesito estar solo para escribir. El poeta necesita todo
su tiempo. La poesía es un trabajo a full
time, la poesía es muy celosa. Si tú le dedicas a otras actividades su
tiempo, la poesía se venga de ti y no te da la inspiración, no te ilumina.
Parece que la poesía fuese un ente aparte de uno, que ella tomara decisiones
por uno.
El nacimiento del poema
Cada poema es una historia de
amor. El poema nace en un instante de iluminación. Yo sí creo en la
inspiración. Un poema puede nacer del encuentro de dos palabras, de una
impresión física o emocional. Por ejemplo, yo salgo a la calle y de repente
siento que estoy en una cubierta de un barco, eso me recuerda mi viaje a Italia
o a Valparaíso y me dejo llevar por esas ensoñaciones, y ahí, en ese instante,
estoy en olor de poesía, estoy apto para escribir un poema. La crítica ha dicho
que soy un poeta enjoyado y exquisito, tú sabes muy bien que yo amo la palabra.
Ese amor por la palabra viene de los modernistas. Es más, si tú me pides que me
autodefina como poeta diría que soy un parnasiano tardío. Quitarle al poeta el
amor a la palabra es como quitarle a una mujer el amor a los vestidos. Debo
confesarte que jamás en poesía he utilizado lisuras, las descarto radicalmente.
El lenguaje cotidiano tampoco me va, el lenguaje coloquial también lo descarto
(…).
Modernistas y surrealistas
En mi poesía paradójicamente se concilian el
modernismo, el parnasianismo y el surrealismo. Sin embargo, señalaré que la
crítica subraya la huella surrealista en mi obra. Estando yo en el colegio La
Recoleta ya había escuchado hablar de los poetas surrealistas, de tal manera
que cuando ingresé a la Universidad de San Marcos no me quedó más que leerlos.
Lo primero que leí en la Biblioteca de
Letras fue a Breton y a Aragón, luego vinieron los demás. Breton era el papa de
ese movimiento. Sería injusto si es que no menciono la poesía de Aragon, que me
encanta; es un gran poeta, gran poeta. Confieso que de los modernistas aprendí
el amor y el culto a la palabra. Hay términos en mi poesía que provienen de esa
cantera, por ejemplo magnolia, sombra, ventana, estatua, silencio, sangre, luz.
¿Óxido? Ah sí, hay un verso que reza “óxido y collares”, pero es una palabra
que no utilizo más que dos o tres veces. Como tú verás, por mi naturaleza, por
mi idiosincrasia mi poesía rechaza el coloquialismo y las palabras mal
sonantes. No hay gracia ninguna gracia en utilizar un carajo, un mierda o un
cojudo; no añaden nada. Además, yo estoy educado en una tradición que es la
española y la italiana. Sería inconcebible encontrar en la poesía de Quasimodo
o de Montale palabras de esa calaña. Estos poetas italianos eran de una
sensibilidad exquisita. Yo he sido educado pues en esa escuela. Si nos
detenemos en la poesía española tampoco encontraremos esos términos en la obra
de Aleixandre, Lorca, Diego, Guillén, Alberti o Salinas; en ninguno de ellos.
Por eso, a mí me pueden decir que no soy un hombre superado, perinclitado;
correcto, eso no me ofende en absoluto.
¡Ah, las feministas!
Durante un tiempo me achacaron
el epíteto de antifeminista. Todo ese embrollo fue una broma tonta. Todo
comenzó a raíz de una entrevista que me hizo Carla del Pino, quien confesó en
tono de broma que era duquesa, duquesa de Chancay ya que ella es huachana. En
ese mismo tono le dije que ahora, con esta cuestión del feminismo, las mujeres
se creían lo máximo de lo máximo; cuando todo el mundo sabe que yo adoro a las
mujeres, es más, mi poesía habla de ellas. Y el asunto desgraciadamente siguió
en un mar de inexactitudes. Después he
leído que suelen dar cursos de fisiología femenina y que todo ese ideario
incluso llegó a la poesía de mis exalumnas. Yo no sé por qué algunas personas creen que eso es
poesía. La poesía no tiene por qué ser forzosamente referida a lo fisiológico,
a lo orgánico, a lo humoral. De ahí me dijeron que tenía prejuicios y que era
rabiosamente antifeminista. Yo no tengo nada de antifeminista, les he dicho; yo
las adoro, yo las quiero mucho. Hace poco leía un informe venido de Londres donde
se afirmaba que las mujeres son más inteligentes que los hombres, que tienen
mayor poder de concentración. Una mujer puede concentrarse durante quince
minutos, mientras que un hombre no llega sino a cinco. Al parecer, allá las
escuelas son mixtas, en donde las notas de las mujeres cada vez son mejores,
mientras que las de los hombres cada vez bajan y bajan. Para evitar problemas
han decidido, según el informe que refiero, nuevamente tener clase para alumnos
y aulas para alumnas.
Academia Peruana de la Lengua
Hace veinticinco años me
sugirieron ingresar a la Academia. Yo no acepté. Así me lo volvieran a pedir,
yo no aceptaría. Realmente, no me interesa. Qué me agrega a mí ser académico de
la lengua; probablemente tendría que asumir obligaciones, asistir a sesiones
que no me interesan. Yo estoy feliz con mi lectura, con mi escritura, viendo
algunas películas de televisión que sí me interesan, viendo los partidos de
fútbol, por supuesto. Pero después que yo me vaya a crear deberes sería una
locura. La Academia me quitaría tiempo para la poesía. Yo sé perfectamente que
el poeta tiene que conquistarse su tiempo a patadas; no es que se lo van a
conceder, a uno nadie le va a decir: “Oye, tú que eres poeta, que escribes
bien, que has producido, que has demostrado que eres un escritor inspirado te
voy a consentir que escribas libremente sin que suene el teléfono todo el día”, por
ejemplo. Por eso, muchos de los escritores de los años veinte y treinta se
fueron de los Estados Unidos para estar solos en europa. Ezra Pound es el caso
más visible. Pound se fue a un pueblito de Italia donde había poquísimos
habitantes, o Eliot, o Lawrence, quien fundó una colonia para artistas en
México; pero eso también es un disparate porque resulta que cada quien tiene
sus costumbres y sus manías. Esa idea de colonia para artistas tampoco va
conmigo.
El amor
No puedo revelar nombres de mis
amigas porque resulta que ahora están casadas. Aunque no me creas tengo
persecuciones de esposos celosos. Un buen día, por ejemplo, recibo una llamada
telefónica de un caballero que pregunta por mí y me dice una sarta de cosas que
al principio no comprendí. Sucede que la amiga con la que estaba saliendo se
casó de la noche a la mañana sin decirme nada. El individuo que me llamaba
aquella vez era su esposo y me pedía que no le dedique poemas a su señora y que
no me atreviera a llamarla por teléfono. ¿Qué es esto?, digo yo. Así no se
arreglan las cosas. ¡Ni siquiera una llamada ni de ella ni de su madre para
anticiparme sus decisiones! Yo no soy un lobo feroz ni nada por el estilo. Esas
intrigas no me gustan. No me estoy refiriendo a mi musa española Mercedes Ramos
Oliveiro, que todo el mundo la conoce por mis poemas, que hace muchísimos años
se casó y tiene hijos y hasta nietos. Pero ese es otro asunto.
Estrellas del cine
Creo que el único punto de
contacto que existe entre mi poesía y mis artículos dedicados a las estrellas
femeninas del cine es el hecho de que ambos han sido extraordinariamente
cuidados, revisados, corregidos. He procurado construir piezas de prosa. A
veces suelo releer mis artículos, hace unos días revisé el dedicado a Marilyn
Monroe y me gustó mucho. Te confieso que si se reunieran todos ellos
acompañándolos de buenas fotos saldría un bello libro de más de 250 páginas,
pero ningún editor me lo ha propuesto. (…)
De todas una
A todas las artistas les guardo
un aprecio enorme, pero la que más me gusta de todas ellas es Louise Brooks.
Fue una actriz de los años veinte que falleció de avanzada edad en 1986, si no
me equivoco el 8 de diciembre. Ella fue quien encarnó el papel de Lulú en La caja de Pandora. Liz tuvo una belleza
atemporal, si tú ves ahora una foto de ella te parecerá una hermosa mujer
moderna. Lo que te quiero decir es que no tiene una cara antigua. Su belleza se
adelantó a su tiempo ya que tiene una faz de los noventa. Hay otro asunto que me interesa de ella: su
autobiografía. En este libro inteligentísimo, louise se burla de todo Hollywood
pero lo hace cuando nadie se atrevía a hacerlo. En realidad, ella detestaba
Hollywood. Su filmografía es una de las más difíciles porque ha hecho películas
en varios países europeos además de las que hizo en los Estados Unidos. Ella
actúa hasta 1944, cuando realiza su última película. Estuvo considerada por Ado
Kyrou –crítico japonés experto en asuntos vinculados con el erotismo
cinematográfico– como la mujer más bella que ha pasado por el cine. Incluso los
poetas surrealistas franceses decían que Louise Brooks era lo máximo, y no es
porque lo digan ellos sino porque en realidad fue lo máximo.
[Se obvian los acápites “Made
in Perú”, en el que habla de personajes femeninos de la farándula limeña; y
“¡Los caballos eran ágiles!”, sobre su afición a la hípica].
Reivindicación de Alberto Ureta
Cuando estuve en Chile
deportado, allá por la década del cincuenta, se me ocurrió escribirle una carta
al poeta Alberto Ureta, quien por entonces era embajador del Perú en Portugal.
Yo había leído sus poemarios Las tiendas del desierto y El dolor pensativo, sobre todo este
último que me había gustado muchísimo. Desde Santiago le envié una carta de respeto y admiración adjuntándole tres o
cuatro poemas míos. Te confieso que le escribí a Lisboa sin ninguna esperanza
de que me respondiera. Lo curioso fue que me contestó en términos muy amables y
de manera muy digna, elogiaba además los poemas que le había enviado. Hasta
ahora guardo su carta. Ureta era una persona de trato muy fino y eso redobló la
admiración natural que yo sentía al leer su poesía. Tiempo después, cuando
regresé al Perú, hice mi tesis doctoral sobre su obra poética.
Te soy sincero, la poesía de
Alberto Ureta me gusta. Yo creo que va a quedar. Si me dan a elegir entre Ureta
y Eguren yo me quedo con Ureta y punto. La cuestión del gusto, ¿cómo se
explica? Si me dan a oler entre una rosa, una camelia y un clavel yo me quedo
con este último. ¿Cómo explicas esa preferencia? ¿Cómo diablos explicas que te
gusta más el clavel? Son preguntas sin respuestas categóricas. Si me lo vuelven
a preguntar, lo reafirmo en cualquier momento.
Yo tuve un amigo
Con Mario Vargas Llosa siempre hemos sido
amigos, incluso con la tremenda fama que ha tenido y tiene nos llamábamos por
teléfono. Nunca se rompió nuestra comunicación hasta que publicó su bendito
libro El pez en el agua donde patea
el tablero. Ahí despotrica contra todo el mundo, sus razones habrá tenido, pero
es injusto con mucha gente. A mí me llama “profesor de la huachafería en la
vida y en la obra”; yo digo ¿en qué forma puedo yo ser huachafo en la vida y en
la obra? Ser huachafo significa ser inauténtico, aparentar ser de una clase no
siéndolo, disimular un gusto por una cosa que en el fondo desagrada o se
incomprende, eso es ser huachafo. De Wáshington Delgado dice que era un
imitador de Brecht y de Julio Ramón Ribeyro que mendigaba firmas en París para
Alan García, lo cual es totalmente falso, todo el mundo sabe que Julio Ramón
rechazó el Ministerio de Cultura que le ofreció García. Si hubiera tenido un
espíritu servil hubiera aceptado el puesto, pero no lo hizo. Te confieso que
hubo una especie de pacto tácito en no contestarle.
De poeta a novelista
Yo fui muy amigo del poeta
Manuel Scorza. Un día me llama y me dice que quería leerme unos textos
inéditos, pensé que se trataba de poemas pero no fue así. Recorrimos el Parque
Central de Miraflores y me dijo: “Te voy a leer la novela con la cual dejo la
poesía. La vida me obliga a hacerlo. Con dos matrimonios y tres hijos no hay
poesía posible. Tengo que escribir novelas para vivir”. Efectivamente, al poco
tiempo publicó Redoble por Rancas.
Manuel fue siempre un escritor de un gran empuje. Recuerdo que antes de esa
decisión, cuando Scorza era poeta a tiempo completo, le sugerí que cambie un
verso que decía algo así como mordedura de oso, le propuse el arcaísmo
“brocadura” que es el término exacto para señalar lo mismo. “¡Ah –me dice–
brocadura, qué linda palabra. La voy a usar”. Esa es la riqueza del idioma.
Navegar entre palabras
Mi afición por fatigar los
diccionarios nace más por mi actividad poética que por mi actividad docente. La
riqueza de nuestro idioma es tan grande que hace poco tuve que consultar
cuarenta veces el diccionario para leer una novela. Un autor que exige
demasiado al lector es el español Gabriel Miró, con él no puedes bajar la
guardia. Tienes que detenerte veinte veces en el diccionario para entender una
sola de sus páginas; utiliza tal cantidad de regionalismos españoles que ni te lo imaginas. Los que han
llegado al colmo d3e los colmos son los argentinos, conjugan los verbos tal
como los pronuncian: “sabés”, “vení”, “decíme”; esto lo hacen incluso en
publicaciones serias. Es el colmo.
Matrimonio
Te confieso que yo no me he
casado por una razón muy simple: siempre me enamoré de mujeres muy bellas. Las
mujeres bellas obligan y exigen. Hay que tener dinero para satisfacer sus
necesidades. Yo me he enamorado solo de reinas […]. Yo admiro en la mujer los
modales, la decencia, el rostro, el cuerpo, la risa.
[…]
Historia de un poema
“Twilight” se traduce generalmente
como crepúsculo, pero no es exactamente crepúsculo. En nuestro medio lo
traducen como sunset. Twilight es el momento preciso en que el
día se convierte en noche, en que el día ya no es día sino noche, es un
instante que ofrece la naturaleza, donde la luz natural como que desaparece.
Recuerdo casi textualmente lo que el poeta chileno Pablo Neruda me dijo: “los
poemas con nombre extranjero traen suerte”; a él sí le dieron suerte sus poemas
con nombre extranjero, por ejemplo “Walking around”, “Farewell”, “Josie Bliss”,
entre otros. Creo no mentir si te digo que “Twilight” es un poema que me ha
dado muchas alegrías aunque su origen me haya dado una gran tristeza. Este
poema parte de una carta que recibí. Mi amiga Mercedes Ramos me envió una
misiva después de no haberme escrito un tiempo y me dice: “Querido Paco: cómo
estás, qué tal, yo he hecho muchas cosas, entre otras me he casado…”, ¡pucha!,
sentí una puñalada. En ese estado de inestabilidad emotiva y de dolor escribí
el poema de un tirón.
(La Casa de Cartón, segunda época, N° 12. Lima, invierno de 1997,
pp. 2-11).
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