Juan Parra del Riego*
Luis Alberto
Castillo
En 1894 nace, en la ciudad de
Huancayo, el poeta futurista peruano Juan Parra del Riego. Sus escasos datos
biográficos destacan el año 1913, cuando ganó el concurso de poesía Juegos
Florales de Barranco. Al poco tiempo zarpa rumbo al sur. Pasa por Chile,
Argentina, y finalmente llega a Uruguay. El poeta peruano se enamora de la
ciudad de Montevideo, que lo acoge con simpatía, y se queda.
Desde aquí cruzará el Atlántico
y beberá en las fuentes de los movimientos artísticos de vanguardia: el cubismo
literario, de Apollinaire, en Francia, y el futurismo, de Marinetti, en Italia;
en plena efervescencia en Europa en la segunda década del siglo XX. Finalmente,
el joven escritor Parra del Riego es ganado por la prédica grandilocuente del
italiano.
Luego de su periplo europeo
retorna a su querida Montevideo, donde vive, aunque por poco tiempo, al lado de
su mujer, la poeta uruguaya Blanca Luz Brum, y publica dos libros de poesía: Himnos del cielo y los ferrocarriles y Blanca Luz. Presa de un mal ya
incurable, muere el 21 de noviembre de 1925.
El futurismo que adopta Parra
del Riego es el que celebra la técnica como medio para el avance de la
humanidad. El poeta peruano canta a la máquina en tanto ésta contribuye a
mejorar las condiciones humanas. Mas está lejos de las posiciones totalitarias
en las que devino el líder del futurismo italiano, posterior adepto del
fascismo.
Por el lado de nuestro poeta,
su mirada se posa en la potencia americana del Norte. Su admiración por este
país floreciente se evidencia en –entre
otros textos– el poema dedicado a Walt Whitman, donde encontramos, además de la
mística positivista, la vitalidad y el ritmo contagiante del autor de Hojas de hierba, la celebración de la
naturaleza, concebida no como el obstáculo a vencer sino como el otro elemento
de la unidad.
A propósito, recordamos aquí lo
que muy acertadamente señala el poeta Jaime Urco, autor del prólogo y la
selección de la antología de nuestro autor celebrado, denominada Polirritmos y otros poemas (1987),
editada por el INC en la serie Colección del Rescate que dirigiera el poeta
Carlos Orellana. Dice Urco en el prólogo: “(…) Parra del Riego no era un
apostador cerrado a favor de la ciencia.
Creía que la naturaleza era el lugar del perfecto equilibrio. Con él no sucedió
lo que usualmente suele ocurrir: concebir la ciencia (la cultura) como el polo
opuesto y perturbador del otro término de la relación: la naturaleza. En su
poesía la oposición cultura/naturaleza no tiene cabida. Los dos son elementos
de un eje en armónico equilibrio. Se fusionan. Los signos de un campo semántico
(lo cultural) se trasladan hacia el otro campo semántico (lo natural)”.
Otra de las características
relevantes de la poesía de Parra del Riego es la del abandono del yo como
sujeto poético. Él no nos habla de sí, no nos cuenta sus cuitas ni sus
decepciones; no se lamenta de su condición existencial. Las motivaciones de su
arte poética no están en él sino fuera de él. Su poesía es el canto a la vida
que vibra multitudinaria en los estadios. Ningún otro poeta ha cantado tan
espléndidamente al deporte más popular de nuestro tiempo: el fútbol. Ahí están
su “Loa del fútbol” y su “Polirritmo dinámico a Gradín, jugador de football”. Y
así como cantó a la motocicleta, lo hizo a la suprema belleza femenina, en uno
de los más hermosos poemas de amor: “Polirritmo de la mujer vegetal”.
Que nuestros hermanos uruguayos
lo consideren como uno de sus poetas más importantes, y que la ciudad de
Montevideo le haya dedicado una hermosa plaza a su memoria, dicen bien de su
noble gratitud hacia nuestro vate. En cambio, en su país de origen su obra
poética no ha tenido la difusión que merece su alto valor, representativo de
una opción estética de la vanguardia mundial. Celebremos, pues, los cien años [ciento
veinte, actualizados al 2014] de Parra del Riego haciendo conocer su poesía
entre las jóvenes generaciones.
* Artículo publicado en El Peruano. Lima, 14 de octubre de 1994,
p. 9.
Muy interesante el artículo. Gracias
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