martes, 27 de febrero de 2024

Juan Carlos Lázaro

 


 

Juan Carlos Lázaro

(Lima, 1952-2023)

 

 

Juan Carlos Lázaro.

Gris amanece la urbe del hambre.

Lima: Lluvia Editores, 1987*.

 

Por Luis Alberto Castillo

 

La obra poética de Juan Carlos Lázaro (Lima, 1952) se inició en 1972, con la publicación de sus primeros textos en una revista de poesía. Posteriormente, en 1978, publicó, junto con Héctor Rosas Padilla, una plaquette titulada Las palabras, que reúne sus poemas ya publicados y otros inéditos.

La persistencia de su trabajo con la palabra ha permitido a Juan Carlos Lázaro un mayor dominio en el nivel formal, expresión también de una percepción más aguda y crítica de la realidad. La ciudad, tema frecuente en la poesía peruana de los últimos años, está también presente en Gris amanece la urbe del hambre, poemario publicado recientemente. En uno de sus poemas más logrados del conjunto nos dice: “Salí a deambular por la ciudad. / Luna llena y domingo. / este soy yo, dije, amante ciego / y loco como Edipo. / Basura. Suicidas. Perros vagos. / Yo y los fantasmas. / La ciudad era un ala de sombra. / Acaso un templo maya. / Besé a la luna. Y ofrecí / mi corazón al sacrificio” (Salí a deambular).

Sin embargo, la condición del habitante de la urbe es la del desarraigo, o la del enajenado por las condiciones de su existencia. Esta situación nos la sugiere en varios de los poemas del libro, pero con más evidencia en el que titula “Historia de un gusano”, de donde extraemos un fragmento: “El pobre diablo se convirtió en pariente de plantas y de hormigas, una bacteria más de la caca y la carroña. Cuando abrió los ojos, no me sonrió. Secó sus lágrimas con la yerba, preguntó a un policía por un ómnibus cualquiera, y se fue. Franz insecto grandazo, feo, sucio no soportaba aún el verano y el humo de las ciudades”.

 

Otro rasgo característico en la poesía de J. C. Lázaro es la ironía. El universo personal del individuo se halla siempre en conflicto con el universo social; para el poeta, entonces, la única salida es la ironía, un recurso que no evade la realidad sino que la supera: “Me expulsaron del Partido / por no asistir a las asambleas / Programadas a la misma hora / En que te espero todas las noches / Frente a la Plaza. // También prohibieron / A los camaradas reunirse conmigo. / Porque cuando expongo sobre / las tareas del proletariado / Siempre te estoy nombrando. // Por último me negaron / Legitimidad revolucionaria / Porque al analizar mis informes / Hallaron que en sus claves / solo tú estabas” (El profeta desterrado).

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Nota: Reseña aparecida en la sección Vitrina de Papel de La Palabra, suplemento dominical del diario Actualidad. Lima, 28 de febrero de 1988, p. X.

 

 

 

 





 

Juan Carlos Lázaro

La casa y la hojarasca

Lima: Taller Editorial ECO, 2001.*


 

La condición humana, la vida gris de las multitudes urbanas, la necesidad de adoptar nuevas creencias, de crear nuevos mitos redentores o absolutos existenciales, son las constantes que habitan este segundo poemario de Juan Carlos Lázaro; el primero, Gris amanece la urbe del hambre, apareció en 1987.

 

Lázaro muestra, una vez más, el talento de su verbo: radical, irónico y tierno hasta donde se lo permite la certidumbre de la belleza, único territorio libre para la poesía y para la vida: “No quiero tu savia ni tus raíces, Poesía / no quiero las hojas umbrías que te recubren, / no quiero el lirio ni la herrumbre, / ni la sombra ni la luz de tu casa vacía”. (Luis Alberto Castillo)

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Nota: Reseña aparecida en la sección Ex Libris de la revista La Casa de Cartón de Oxy. Lima, primavera del 2001, n° 24, p. 56.

 

 

 

 

 

 

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