Juan Carlos Lázaro
(Lima, 1952-2023)
Juan
Carlos Lázaro.
Gris amanece la urbe del hambre.
Lima:
Lluvia Editores, 1987*.
Por Luis Alberto Castillo
La obra poética de Juan Carlos Lázaro (Lima, 1952) se
inició en 1972, con la publicación de sus primeros textos en una revista de
poesía. Posteriormente, en 1978, publicó, junto con Héctor Rosas Padilla, una plaquette
titulada Las palabras, que reúne sus poemas ya publicados y otros
inéditos.
La persistencia de su trabajo con la palabra ha
permitido a Juan Carlos Lázaro un mayor dominio en el nivel formal, expresión
también de una percepción más aguda y crítica de la realidad. La ciudad, tema
frecuente en la poesía peruana de los últimos años, está también presente en Gris
amanece la urbe del hambre, poemario publicado recientemente. En uno de sus
poemas más logrados del conjunto nos dice: “Salí a deambular por la ciudad. /
Luna llena y domingo. / este soy yo, dije, amante ciego / y loco como Edipo. /
Basura. Suicidas. Perros vagos. / Yo y los fantasmas. / La ciudad era un ala de
sombra. / Acaso un templo maya. / Besé a la luna. Y ofrecí / mi corazón al
sacrificio” (Salí a deambular).
Sin embargo, la condición del
habitante de la urbe es la del desarraigo, o la del enajenado por las
condiciones de su existencia. Esta situación nos la sugiere en varios de los
poemas del libro, pero con más evidencia en el que titula “Historia de un gusano”,
de donde extraemos un fragmento: “El pobre diablo se convirtió en pariente de
plantas y de hormigas, una bacteria más de la caca y la carroña. Cuando abrió
los ojos, no me sonrió. Secó sus lágrimas con la yerba, preguntó a un policía
por un ómnibus cualquiera, y se fue. Franz ―insecto grandazo, feo, sucio― no soportaba aún el verano y el humo de las ciudades”.
Otro rasgo característico en la poesía de J. C. Lázaro es
la ironía. El universo personal del individuo se halla siempre en conflicto con
el universo social; para el poeta, entonces, la única salida es la ironía, un
recurso que no evade la realidad sino que la supera: “Me expulsaron del Partido
/ por no asistir a las asambleas / Programadas a la misma hora / En que te
espero todas las noches / Frente a la Plaza. // También prohibieron / A los
camaradas reunirse conmigo. / Porque cuando expongo sobre / las tareas del
proletariado / Siempre te estoy nombrando. // Por último me negaron /
Legitimidad revolucionaria / Porque al analizar mis informes / Hallaron que en
sus claves / solo tú estabas” (El profeta desterrado).
Nota: Reseña aparecida en la sección ‘Vitrina de Papel’ de La Palabra, suplemento dominical del diario Actualidad. Lima, 28 de febrero de 1988, p. X.
Juan
Carlos Lázaro
La casa y la hojarasca
Lima:
Taller Editorial ECO, 2001.*
La
condición humana, la vida gris de las multitudes urbanas, la necesidad de
adoptar nuevas creencias, de crear nuevos mitos redentores o absolutos
existenciales, son las constantes que habitan este segundo poemario de Juan
Carlos Lázaro; el primero, Gris amanece la urbe del hambre, apareció en
1987.
Lázaro muestra, una vez
más, el talento de su verbo: radical, irónico y tierno hasta donde se lo
permite la certidumbre de la belleza, único territorio libre para la poesía y
para la vida: “No quiero tu savia ni tus raíces, Poesía / no quiero las hojas
umbrías que te recubren, / no quiero el lirio ni la herrumbre, / ni la sombra
ni la luz de tu casa vacía”. (Luis Alberto Castillo)
Nota: Reseña aparecida en la sección
‘Ex Libris’ de la revista La
Casa de Cartón de Oxy. Lima, primavera del 2001, n° 24, p. 56.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario