miércoles, 20 de diciembre de 2023

Poética de las dualidades


 Westphalen: una poética de las dualidades*


LUIS ALBERTO CASTILLO


Flame d‘eau guide-moi  jusqu’à la mer de feu” (Llama de agua, guíame hasta la mar de fuego). Este verso de André Breton sirve de epígrafe al segundo cuaderno de poemas que Emilio Adolfo Westphalen publica en el verano de 1935, con el título de Abolición de la muerte (Lima: Ediciones Perú Actual, 1935), uno de los más bellos e intensos de la poesía peruana.

Cinco son los poemas que conforman la primera parte de Abolición de la muerte. En ellos el poeta ‘pinta’ vastos paisajes oníricos en los cuales están los cuatro elementos de la naturaleza: Aire/Tierra/Agua/Fuego. Lo humano está representado a través de la niña que aparece –mencionada o aludida– en los cinco poemas, o a través de la constante alusión a las manos y los ojos.

Esos paisajes oníricos: desiertos, playas, bosques, océanos, firmamento, no están vacíos; en ellos se mueven seres u objetos tan disímiles como diversos en sus dimensiones: corales, aves, ninfas, lirios, pianos estrellas… relacionados entre sí por medio de asociaciones libres, a la manera superrealista.

Destaca, asimismo, la presencia de lo femenino, vinculado estrechamente con aspectos positivos: alegría, belleza, armonía, luz; plasmada desde el verso inicial del primer poema: “Sirgadora de las nubes arrastradas de tus cabellos”, y evidente en el verso final de la primera parte del libro: “La niña con su mano”.

Este último verso es también la mano que se nos tiende para llegar a la segunda parte del poemario, compuesta de cuatro textos, los que –en nuestro sentir– son los más intensos de toda la poesía westphaliana.

En el primer poema encontramos la presencia de un tú que alude a la persona amada: “Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo / Gota dulce y pesada como el sol sobre nuestras vidas / Trajiste olor de madera y ternura de tallo inclinándose / y alto velamen de mar recogiéndose en tu mirada”. La amada, como personificación del amor, se asemeja al sol que hace posible la vida, aboliendo la muerte, o el desamor.

El poema es, por tanto, un canto al amor realizado, al amor pleno (espacio interior) el cual se ve –asimismo– reflejado en el paisaje o entorno natural (espacio exterior). “Con el contento de decir he llegado / Que se ve en la primavera al poner sus primeras manos sobre las cosas / Y anudar la cabellera de las ciudades / Y dar vía libre a las aguas y canto libre a las bocas”.

En el segundo poema, el sujeto es la primera persona, que se dirige a una interlocutora que no es otra que el ser amado: “Te he seguido como nos persiguen los días / con la seguridad de irlos dejando en el camino / de algún día repartir sus ramas / Por una mañana soleada de poros abiertos”. La realización amorosa –plano de lo individual– se extenderá siempre al plano de lo universal: “Para que una nueva aurora encienda nuestros labios / y ya nada pueda negarse”. El amor es, entonces, el diálogo entre el Tú-Yo/Yo-Tú, es decir la dualidad del principio femenino y el principio masculino convirtiéndose en la unidad de lo humano.

Encontramos que Abolición… está estructurado sobre la base de varias oposiciones o dualidades, como la del mundo exterior/mundo interior, que se produce cuando en la primera parte del libro nos ubica en los paisajes oníricos o espacio exterior, frente al espacio de la segunda sección, en la cual prima lo afectivo, que constituye la realidad interior del ser humano.

Y por último, la dualidad que tiene que ver con el leitmotiv de este poemario. Se inicia en el tercer poema de la segunda parte: “He dejado descansar tristemente mi cabeza / En esta sombra que cae del ruido de tus pasos / Vuelta a la otra margen / Grandiosa como la noche para negarte”. Algunas líneas más abajo dirá: “He abandonado mi cuerpo”. ¿A qué contexto nos remiten estos versos? Reparemos en palabras como “tristemente”, “sombra”, “noche”, “abandonado mi cuerpo”, indicios que nos llevan a suponer que se trata del término opuesto al de la vida.

Poco después habrá de seducirnos la belleza de estos versos enigmáticos “Corza frágil teme la tierra / teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho (…) / Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos / y tu dulzura brotarte como cuernos nuevos / Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea”… ¿Será la corza frágil la corporificación poética de la muerte? Esto nos lo hace pensar también los versos siguientes: “Porque llevas prisa y tiemblas como la noche / La otra margen acaso no he de alcanzar / ya que no tengo manos que se cojan / de lo que está acordado para el perecimiento / ni pies que pesen sobre tanto olvido / de huesos muertos y flores muertas”.

Al anteponer el tema de la muerte, el poeta no hace sino resaltar su opuesto: la vida, en el texto que cierra el libro. Poema de honda y trascendente significación, en él expresa la unidad de lo interior y lo exterior, en donde la correspondencia hombre-mundo, como la unidad mente-cuerpo componen un todo armónico: “Dejando correr la sangre como un río bueno / porque es la misma la que yo recibo y tú llevas / y las mismas florestas resuenan en nuestros gritos / y las mismas palomas reposan sobre nuestros ojos”.

Las dualidades femenino-masculino, exterior interior, hombre-naturaleza o espíritu-materia, muerte-vida, como las oposiciones aire-tierra y agua-fuego, no son sino manifestaciones de la totalidad que integra al hombre y al cosmos, aspiración que solo la poesía hace posible.

Con Abolición de la muerte culmina el momento más brillante de la obra poética de Westphalen, iniciado con Las ínsulas extrañas. Obra breve, por cierto, pero que le ha bastado para ser considerada entre las voces más altas de la poesía peruana.


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* Artículo publicado en Revista, suplemento cultural de El Peruano. Lima, 15 de mayo de 1995, p. 4.

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