jueves, 31 de agosto de 2023

Elegía

                                                                            

                                           


                                       


             Carlos Drummond de Andrade


(1902-1987)


Elegía



Trabajas sin alegría para un mundo caduco,
donde las formas y las acciones no encierran ejemplo alguno.
Practicas laboriosamente los gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.

Héroes llenan los parques de la ciudad por la que te arrastras,
y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.
De noche, si hay neblina, abren paraguas de bronce
o se recogen a los volúmenes de siniestras bibliotecas.

Amas la noche por el poder de aniquilamiento que encierra
y sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.
Pero el terrible despertar prueba la existencia de la Máquina Enorme
y vuelve a reponerte, minúsculo, frente a indescifrables palmeras.

Caminas entre muertos y con ellos conversas
sobre cosas del tiempo futuro y asuntos del espíritu.
La literatura estropeó tus mejores horas de amor.
Al teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.


Corazón orgulloso, tienes prisa por confesar tu derrota
y aplazar para otro siglo la felicidad colectiva.
Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la injusta distribución
porque no puedes, tú solo, dinamitar la isla de Manhattan.

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