El poeta Martín Adán (con lentes y traje oscuro) conversa con Juan Mejía Baca, en alguna cantina limeña.
Con Martín Adán en el 'Palermo'
Por Miguel Gutiérrez
[…]
“Algunos años después, cuando frecuentaba el bar
‘Palermo’, tuve ocasión de conocer a MA. Acercarse, hablar con Martín Adán era
un ritual que los jóvenes de entonces cumplíamos escrupulosamente. Recuerdo que
solía sentarse al fondo, solo, rodeado de las botellas que iba consumiendo. Me
parecía una mezcla de príncipe ruso en el exilio y de inminente Molloy o
Malone, o como una mezcla clochardizada, si me permites la expresión, de Borges
y Lezama Lima. Por fin una noche me armé de valor (luego de entonarme con no sé
cuántas cervezas) y me acerqué a su mesa. Bebimos durante unas dieciocho horas.
Al cerrarse el ‘Palermo’ pasamos al ‘Chino-Chino’, al cerrarse este continuamos
en ‘La Llegada’; luego, después del amanecer, iniciamos un recorrido por
diversas cantinas de los alrededores de la Plaza de Armas, que era el
reconocido territorio de Martín Adán. En realidad, no era difícil acercarse a
él, lo que resultaba difícil era el diálogo, pues su ironía era terrible, como
la de alguien que está al otro lado de las cosas. ¿Pero qué importaba? Los
jóvenes de entonces sentíamos la necesidad de por lo menos una vez en la vida
acercarnos a quien siendo un muchacho de diecisiete años había escrito una de
las pocas obras maestras de nuestra narrativa”…
Tomado
de Guamangensis. Revista de la Universidad Nacional de San Cristóbal de
Huamanga. Año I, número 1. Ayacucho, noviembre de 1995, p. 15.
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