Ascensión a la noche
Orlando Germán
(Mala, Lima,
1952-2011)
Ciudad Universitaria de San Marcos, segunda mitad
de los setentas… algunas tardes, grises
o doradas, sentados en las bancas del Patio de Letras conversábamos con Orlando
Germán y otros jóvenes vates, sobre la vida, el amor, la belleza…; es decir, la
poesía. En su homenaje, publicamos el texto autobiográfico y dos poemas de su
libro Ascensión a la noche.
La débil luz de una lámpara a kerosene iluminaba una casita —construida
con caña brava— la noche del seis de Abril hace veintiocho años, allá, en las
salidas del pueblo de Mala. En esos tiempos no existía el motorcito de luz, ni
los Avalos poseían sus carros, ni la Reforma Agraria se había dado. Esa noche
nací yo, según me cuentan.
Entonces conocí la casa con su techumbre de paja, conocí los sauces y
álamos que siempre rodearon su perímetro. La casa y el pardo camino que vió
secretamente el cansancio de los toros aprendieron a sentirme como un pulso más
en sus calladas existencias. Conocí muchachos con quienes solía por las tardes
cazar pajarillos con hondas de jebe. Una vez me cayó una pedrada en la boca y
se me arrancaron dos dientes de leche. El río con sus aguas cristalinas refrescaba
nuestros cuerpos inocentes. Bocho, Octavio, el Josicha, mi hermano Alejandro,
el flaco Adolfo y también Alberto que más tarde se casaría con mi hermana
Hermelinda para dejarla viuda con cuatro niños, compartíamos el juego.
La escuela 453 de Mala varió mi vida. Mis ensueños infantiles comenzaron
a buscar un acomodo en mi nostalgia, cuando comenzó la lucha empedernida con la
pobreza de mis padres y sus trágicas caídas. La secundaria en el Dionisio Manco
Campos de mi ciudad natal me sumergió hondamente en el tráfago sin rumbo de los
días similares. Con Ítalo Barahona, Edilberto Caycho, Daniel Campos y Campana
bautizamos profesores, trazábamos proyectos y peleábamos. Los proyectos nunca
se cumplieron y hoy los años se suman a mi vida y todavía veo florecer los
anhelos latiendo con la tierra, el agua del río, las retamas, las cosechas que
motivan los esfuerzos de la lucha por hacerlas nuestras, definitivamente.
Orlando Germán
(p. 45)
Ascensión a la noche
Para Haydeé
El pájaro paca-paca
cantando en la espesura
Entre los juncos
los batracios
con un trozo de sangre en las pupilas.
La noche
traza contornos de muerte en los helechos
Tras las cortinas
descansas agotada entre las sombras
con un proyecto de relámpago entre las sienes.
(p. 17)
Jornadas
Primera edad
Se sucedieron extensas cacerías en ilímites
fronteras
El tiempo alacrán
se enredaba en las astas de los toros
Tú temblando en las retamas
Anunciabas los encuentros.
Segunda edad
Incendio sobre el reino de los grillos
suscitaba estrangulantes
saltos chamuscados
Al abrir los ojos
me vi ardiendo en el alcohol de tus contornos.
Tercera edad
Ya no la retama de los nidos
Ya no el grillo perseguido por los pájaros
ni el pardo caminito que vio secretamente
el cansancio de los toros
Ahora enormes escaleras de cemento
y nosotros
confinados a escasos centímetros cuadrados
donde han osado poner precio a tus encantos.
(p. 29)
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De: Ascensión
a la noche. Lima: Ediciones Lluvia, 1980.